Reseña bibliográfica | Estudios Fronterizos, vol. 10, núm. 19, 2009, 211-214 |
On the Border: Society and Culture between the United States and Mexico
Servando Ortoll*
Andrew Grant Wood, Lanham, MD: Scholarly Resources, 2004, 303 pp. + xi.
* Servando Ortoll es profesorinvestigador del Centro de Investigaciones CulturalesMuseo, de la Universidad Autónoma de Baja California.
Correo electrónico: ortoll@yahoo.com
On the Border es un libro diferente en más de un sentido. Publicado originalmente en el invierno de 2001 como un número monográfico del Journal of the Southwest, la obra esconde entre sus páginas los temas más diversos, desarrollados por todo tipo de autores: desde historiadores que escriben extensos artículos sobre el auge minero en Baja California y cómo éste dio origen a la sociedad tijuanense, hasta etnógrafos que describen el culto a Juan Soldado. Acusado de violar y asesinar a una menor, Juan Soldado fue juzgado y ejecutado, tan sólo para retornar, invicto, como santo milagroso. El libro contiene ensayos que discuten películas y variaciones cinematográficas, el pasado y presente de una comida cuyas procedencias novohispanas y mexicanas han engendrado, al otro lado del Río Bravo, bebidas y platillos de lo más heterogéneos. Algunos de ellos han atravesado la frontera, de norte a sur, como “illegal aliens”, para obtener bajo nuestras propias narices (¿o debo decir paladares?) la carta de ciudadanía mexicana: me refiero, entre otros, a los nachos, a la carne asada a la tampiqueña, a las enchiladas verdes de pollo con crema, y a la famosa margarita.
El interesado encontrará, también, entre los ensayos etnográficos, uno de gran utilidad informativa (pese a que gran parte de sus revelaciones se convirtieron en material histórico después del 11 de septiembre de 2001) sobre algo que afecta a quienes vivimos al sur de la línea que separa a los dos países: la visión no de los mexicanos que cruzamos al otro lado legal o ilegalmente, sino de los funcionarios de la Immigration and Naturalization Service o ins (cobijados bajo el paraguas organizativo del Department of Homeland Security) que tienen que vérselas –cada vez con más detenimiento– con nosotros, de manera cotidiana. El libro contiene asimismo ensayos fotográficos y un artículo sobre una comunidad de paracaidistas (allá también existen) en California.
Puede apreciarse, entonces, que un libro de esta naturaleza es difícil de catalogar y menos aún de sintetizar, sin correr el riesgo de omitir cuestiones fundamentales. Lo que puedo decir al intrigado (en particular si no ha crecido en cualquiera de los lados de la frontera) es que al terminar de leer esta colección de ensayos conocerá más a fondo los cimientos de la cultura fronteriza, amén de descubrir detalles que posiblemente escaparon de entrada a su observación no especializada. Cierto que el tomo se centra más en lo que en Estados Unidos se conoce a grandes rasgos como el Southwest (Arizona y California) que colinda con nuestro noroeste (Sonora y Baja California), pero esto no devalúa sus contenidos. Puede considerarse, de hecho, que, entre líneas, el volumen está ideado para servir de advertencia, para un lector lego estadounidense, de lo que puede encontrar si osa cruzar la barrera política y cultural que desune a nuestros dos países.
El libro puede verse, en suma, como un intento por mostrar los rasgos primordiales de esa franja fronteriza que para muchos ha resultado enigmática por todos los secretos que ha ocultado durante años, o por todos los mitos y leyendas que han surgido al menos desde 1848, cuando México, gravemente herido, estuvo a punto de sucumbir ante los embates de sus enemigos del norte. 160 años han pasado desde entonces y los mexicanos, si bien obstaculizados por restricciones cada vez más tenaces para atravesar el muro divisorio y, por supuesto, para llevar una vida decorosa al otro lado de ese muro, al menos hemos dejado nuestra impronta en la cultura estadounidense: Estados Unidos no será más el mismo sin un Taco Bell (aunque lo haya fundado el californiano Glen Bell, para competir en el mercado de la comida rápida) o sin la salsa mexicana que rivaliza ventajosamente con la catsup de la señora Heinz. Esto, para no mencionar los vocablos que han incursionado en el inglés: nunca más un mexicano conocedor de sólo tres palabras se verá forzado a pedir “ham and eggs” durante mañana, tarde y noche, como lo refería un trillado chiste de antaño. Ahora podrá variar su dieta a tacos (o tacous) y a huevos con salsa (mexicana, por supuesto).
Hasta este punto he hablado de On the Border como un libro dirigido a los no nacidos en cualquiera de los dos lados de la frontera norte: para mexicanos del sur o para norteamericanos del norte que desconocen buena parte del México nórdico o del suroeste estadounidense. Para quienes buscan adentrarse en las costumbres norteñas mexicanas, sin duda, esta antología es un buen comienzo. Creo, sin embargo, que los nacidos en la frontera aprenderán mucho de la lectura de esta obra. Podrán ver, por ejemplo, cómo ha ido mutando la franja fronteriza; y cómo, de ser simple línea demarcatoria (llamémosla cerca de alambre, la primera en su género estrenada en 1918 para dividir a los dos Nogales) se convirtió en el espinazo de una política de exclusión (quizá irreversible a mediano plazo) que afecta no sólo nuestra economía, sino también nuestra dignidad nacional. Podrán, esos mismos fronterizos, enterarse cómo ciertos norteamericanos cruzaron la línea hace décadas para enriquecerse mientras fomentaban el vicio y la prostitución (en lugares tan mexicalenses como el “Owl”, del que no queda sino un estacionamiento de varios pisos conocido con el nombre de “El Tecolote”, representada su figura con luces de neón), o cómo las autoridades tijuanenses abusaban impunemente de indefensas jóvenes norteamericanas (a grado tal que toda una familia estadounidense, sabedora que dos de sus miembros fueron drogadas y luego asaltadas sexualmente, prefirió el suicidio a cohabitar con la deshonra).
Qué tanto se distinguen y cuánto se parecen los programas de viviendas a ambos lados de la frontera, es otro de los aspectos que pueden resultar de utilidad para los especialistas. Esta antología, entonces, sirve para quienes no crecimos en ninguno de los dos costados de la línea; sirve a todos aquellos que sí nacieron dentro de los límites de la franja fronteriza pero quieren abundar en cómo se desarrollaron paulatinamente las instituciones que los enfrentan día con día. La obra sirve también para estudiantes de posgrado a ambos lados de la frontera: a los norteamericanos, para que conozcan más del México septentrional; a los mexicanos, para que descubran ideas novedosas de investigar la historia, como la de prestar atención a lo que revelan las tarjetas postales tomadas desde los mismos ángulos a lo largo de los años, o a los atraídos por la historia gay, para que se ejerciten examinando las memorias, por ejemplo, de los miembros del grupo de Los Contemporáneos (o de escritores cercanos a ese círculo); sirve para incitar a estudiantes mexicanos a profundizar en varios de los temas que aparecen mencionados en On the Border, de manera superficial. O si se quiere ser más ambicioso, este volumen se podría aprovechar para plantear otra colección paralela, pensada y escrita esta vez por estudiosos mexicanos, que presentara una visión si no contradictoria al menos complementaria a lo que leemos en todos los capítulos que conforman el libro que se reseña.
Por lo anterior, no queda sino concluir, sobre esta ecléctica colección de ensayos que Andrew Grant Wood tuvo el acierto de agrupar, que permanecerá entre nosotros como un modelo a seguir. No sólo en cuanto a los temas fundamentales aun por escrutar a fondo, sino en cuanto a que lo utilicemos como una primera parada obligatoria en el escabroso camino por cubrir y que se abre en la distancia ante nosotros. Hablo de un camino que nos permita conocer mejor a los moradores de ambos lados de la divisoria entre dos países vecinos y, a veces, también, antagónicos.