Artículos | Estudios Fronterizos, vol. 18, núm. 37, 2017, 1-17 |
https://doi.org/10.21670/ref.2017.37.a01
Migrantes mexicanos en los Estados Unidos: Una revisión de la literatura sobre integración, segregación y discriminación
Mexican immigrants in the United States. A review of the literature on integration, segregation and discrimination
Judith
Pérez-Soriaa*
http://orcid.org/0000-0002-4456-8496
a El colegio Mexiquense, A.C., México, correo electrónico: perezsoria@gmail.com
* Autor para correspondencia: Judith Pérez-Soria, correo electrónico: perezsoria@gmail.com
Recibido el 5 de mayo de 2016. Aceptado el 7 de abril de 2017.
CÓMO CITAR: Pérez-Soria, J. (2017). Migrantes mexicanos en los Estados Unidos: Una revisión de la literatura sobre integración, segregación y discriminación [Mexican immigrants in the United States. A review of the literature on integration, segregation and discrimination]. Estudios Fronterizos, 18(37), 1-17. doi:10.21670/ref.2017.37.a01 |
Resumen
Este artículo tiene como objetivo analizar la literatura sobre integración, segregación y discriminación de migrantes mexicanos que radican en los Estados Unidos, por lo tanto, se revisan diferentes estudios realizados desde las primeras décadas del siglo XX y hasta la actualidad, para mostrar los enfoques teóricos predominantes y los principales hallazgos empíricos. Los resultados muestran que el principal enfoque teórico utilizado es el modelo de la asimilación en sus diferentes vertientes, mientras que los resultados empíricos dan cuenta de la permanencia de patrones de segregación residencial y laboral de la población inmigrante mexicana y de sus descendientes. En cuanto a la discriminación, los estudios son menos frecuentes y los hallazgos son divergentes dependiendo del método que se utilice. Las conclusiones señalan la urgente necesidad de realizar estudios, desde otros enfoques teóricos y con metodologías complementarias, sobre segregación y discriminación de la población mexicana que vive en los Estados Unidos.
Palabras clave:
inmigrantes mexicanos,
Estados Unidos,
integración,
segregación,
discriminación.
Abstract
This article reviews the literature on integration, segregation and discrimination against Mexican immigrants in the United States. It is an assessment of the different theoretical approaches and empirical research results published from the first decades of the twentieth century until present days. Our review suggests that the assimilation model is the dominant theoretical approach, while empirical findings in the field reveal the permanence of patterns of occupational and residential segregation among Mexican-born population and their offspring. Results reported by studies on discrimination vary broadly, as a result of the different methodological perspectives adopted in each study. We conclude with a note encouraging the use of new approaches and complementary methodologies in the study about segregation and discrimination against Mexican immigrants in the United State.
Keywords:
Mexican immigrants,
United States,
integration,
segregation,
discrimination.
Introducción
La migración mexicana que tiene como destino a los Estados Unidos, se puede datar desde la anexión de los territorios, de lo que antes fuera el norte mexicano, a aquel país, como resultado de la guerra entre México y los Estados Unidos, entre 1846 y 1848, conocida como Guerra del 47. A partir de ese momento la movilidad de personas en esa región, reconfigurada por la nueva delimitación fronteriza, se convirtió en un asunto de migración internacional y quedó sujeta a las restricciones del gobierno receptor (en este caso, el de los Estados Unidos). Sin embargo, el flujo migratorio más significativo, como diversos estudios han documentado, está relacionado con el mercado de trabajo que generó la agricultura, la construcción de los ferrocarriles y las obras de infraestructura en el sudoeste estadounidense (Durand y Massey, 2003; Loyo, 1969).
Considerando la historia de la anexión de los estados fronterizos mexicanos a los Estados Unidos, la migración mexicana es tan antigua como los flujos europeos de finales del siglo XIX y principios del XX, sin embargo la historia y los procesos de las subsiguientes generaciones de inmigrantes son totalmente distintos. Esta situación abre la polémica en torno a la diversidad de relaciones entre poblaciones de inmigrantes y población nativa mayoritaria, y justifica la revisión a profundidad de lo que ha ocurrido con la población de origen mexicano que vive en los Estados Unidos.
Los estudios que abordan los procesos de los inmigrantes en la sociedad estadounidense se han realizando sobre todo desde la teoría de la asimilación, en sus diferentes modalidades. En este sentido ha sido y es el principal cuerpo teórico que articula las discusiones en torno a la integración. En el modelo de la asimilación lineal o clásico, la movilidad se considera ascendente en la medida en que los inmigrantes comienzan a apropiarse de un conjunto de características importantes de la sociedad estadounidense de clase media. En las revisiones más recientes de este enfoque se plantea: la posibilidad de cambios culturales sin ascenso socioeconómico (Portes y Zhou, 1993), permanencia de elementos socioculturales y movilidad ascendente económica (Alarcón, Escala y Odgers, 2016; Portes y Zhou, 1993) o cambios culturales mutuos (entre grupos de inmigrantes y grupos de nativos) que van construyendo un nuevo repertorio cultural compartido (Alba y Nee, 2003).
Estos diferentes modelos que explican la asimilación tienen una fuerte dimensión centrada en la cultura (Ochoa, 2004; Omi y Winant, 2015), y es en esta dimensión donde se encuentran las diferentes predicciones teóricas. Por un lado, la teoría de la asimilación lineal predice que las diferencias culturales de los inmigrantes tenderán a reducirse, mientras que aumenta la movilidad social ascendente, por otro lado, los enfoques más recientes de la asimilación afirman que los cambios socioculturales de los inmigrantes no son precondición de la movilidad social y además dicha movilidad no siempre es ascendente.
Desde el enfoque de la asimilación lineal, la integración es definida como el proceso de ascenso social y económico de los inmigrantes y de sus descendientes; a menudo es también considerada como el lado positivo de la asimilación (Wrigley, 2012). Pero, si la movilidad ascendente no ocurre, sino que los inmigrantes y sus descendientes permanecen en una posición baja dentro de la estructura de la sociedad receptora, se habla de asimilación “descendente” (Portes y Zhou, 1993). De tal manera que la segregación, en las discusiones sobre poblaciones inmigradas, está relacionada con la incorporación marginal de los inmigrantes a la sociedad receptora,1 por un conjunto de limitaciones que frenan la movilidad social ascendente, manteniendo las condiciones de desventaja en las que se inserta la primera generación (de inmigrantes) en las siguientes generaciones.
Los estudios sobre segregación y discriminación en los Estados Unidos, se centran en la población africoamericana (Dickter, 2005; Goldman, Gutek, Stein, y Lewis, 2006; Omi y Winant, 2015), a pesar de que los movimientos por los derechos civiles de las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, aumentaron el interés académico en los procesos de la población de origen mexicano nacida en los Estados Unidos2 (Almaguer, 1994; Corwin, 1973; Ochoa, 2004).
Propiamente los estudios pioneros sobre segregación y discriminación de los inmigrantes mexicanos se realizaron en la década de los treinta del siglo XX, pero dichas investigaciones no constituyen un cuerpo consolidado e independiente de los estudios sobre los mexicoamericanos, ni son comparables con el avance del conocimiento sobre la población africoamericana.
Por tanto, este artículo tiene como finalidad mostrar el estado actual de los estudios sobre segregación y discriminación que abordan de manera directa o indirecta, a la población inmigrante de origen mexicano; cabe señalar que si bien esta revisión se centra en las investigaciones sobre migrantes mexicanos, al ser un tema abordado desde el modelo de la asimilación, incluye también a la generación de la población nacida en los Estados Unidos de ascendencia mexicana.3 En algunos casos los estudios refieren no solo a la población de origen mexicano, sino a la población latina o hispana en general, estos trabajos se han tomado porque la población que se analiza es sobre todo de origen mexicano dada la composición de la población latina en los Estados Unidos.4
Dado que es probable encontrar diferencias entre la primera generación de inmigrantes mexicanos y sus descendientes, así como entre la población de origen latino, se señalará el tipo de población analizada para no hacer generalizaciones erradas y matizar los hallazgos empíricos. Sin embargo, es de esperar que las condiciones de la población inmigrante (primera generación) sean más críticas que las de la segunda generación (y más) porque tienen dos características en contra: la condición migratoria y el inglés como segunda lengua.
Los debates sobre inmigración y asimilación
La asimilación como enfoque teórico, con su respectivo cuerpo de estudios empíricos, explica los procesos de incorporación de la población inmigrante a la sociedad estadounidense mayoritaria. Esta discusión comenzó a ser importante a principios del siglo XX con los estudios de la Escuela de Chicago (Alba y Nee, 2003; Omi y Winant, 2015). Es ahí donde surge la primera teoría sobre la asimilación, hoy conocida como teoría de la asimilación lineal, que pretende explicar las etapas y las consecuencias, a mediano y largo plazo, del arribo de inmigrantes a los Estados Unidos.
Esta teoría ha sido criticada, entre otras cosas, por asumir un proceso de incorporación homogéneo, basado en la inmigración europea, para todas la poblaciones de inmigrantes, sin considerar el efecto del racismo en la leyes, en el trabajo y, en general, en el trato a los diferentes grupos de inmigrantes “no-blancos”. Además, por plantear la necesaria renuncia cultural de los inmigrantes a fin de reducir las diferencias con la población mayoritaria nativa. Si bien esta teoría plantea un proceso de incorporación paulatino a la sociedad estadounidense con competencia y conflicto, asume que dichas tensiones sociales son de orden cultural y tienden a solucionarse en el largo plazo (Almaguer, 1994; Omi y Winant, 2015; Portes y Zhou, 1993).
El declive del enfoque de la asimilación lineal ocurrió a mediados de las década de los sesenta, del siglo XX, influido por los movimientos sociales (por los derechos civiles y en contra de la discriminación racial), ya que dichas movilizaciones cuestionaron la necesidad de la asimilación de las minorías y la falta de reconocimiento de la diversidad. A partir de este momento surgieron enfoques diferentes para entender la desigualdad entre grupos, como la teoría del conflicto, enfoques neomarxistas centrados en la clase, teorías del nuevo prejuicio racial, así como enfoques a partir de la nación y del colonialismo interno (Almaguer, 1994; Quillian, 2006; Omi y Winant, 2015). Sin embargo, las discusiones en torno a la asimilación cobraron nuevamente relevancia en la década de los años ochenta generando nuevas interpretaciones. Estas revisiones al modelo de la asimilación lineal han ofrecido alternativas para comprender la diversidad de procesos que ocurren en la sociedad estadounidense y que están lejos de la predicción teórica inicial: una sociedad con mínimas diferencias (culturales, económicas y sociales) entre inmigrantes y nativos.
Los enfoques teóricos de la asimilación más recientes replantean algunas de las dimensiones del modelo lineal para entender cómo los inmigrantes se integran a la sociedad receptora. De tal manera que, el proceso de asimilación, ya no es explicado a partir de las habilidades individuales de los inmigrantes para adaptarse a la sociedad mayoritaria (donde se asumen como propias las características fundamentales de esta sociedad estadounidense), sino a partir de las condiciones de desventaja en las que se insertan (Ebert y Ovink, 2014; Portes y Zhou, 1993). Una de estas propuestas, nombradas como asimilación segmentada, estudia a la segunda generación de inmigrantes no europeos y da cuenta de que la incorporación a la clase media de la sociedad estadounidense está limitada por los recursos y la vulnerabilidad. Entonces, la asimilación, desde esta perspectiva, no es un asunto de si los inmigrantes se asimilarán en el largo plazo, sino sobre en qué sector de la sociedad estadounidense se insertarán, ya que algunos grupos tienen recursos limitados para la movilidad ascendente, independientemente de las características culturales que compartan con el grupo mayoritario estadounidense (Portes y Zhou, 1993).
En este sentido, Portes y Zhou (1993) plantean tres posibles formas de inserción: 1) aumento de la aculturación e integración paralela a la clase media blanca; 2) aumento de la aculturación, condiciones de pobreza permanentes, y asimilación a la clase baja (asimilación descendente), y 3) progreso económico y preservación deliberada de los valores y solidaridad con la comunidad inmigrante (mínima aculturación).5
De esta forma, la asimilación es planteada como un proceso selectivo donde algunos grupos logran la movilidad social ascendente y otros se integran marginalmente a las clases bajas (movilidad descendente). Los grupos que se asimilan en las clases bajas de la sociedad estadounidense se mantienen como una minoría subordinada y en desventaja, cuyos miembros reproducen los modelos culturales de pobreza urbana (Portes y Zhou, 1993).
Una segunda propuesta sobre la asimilación es la de Alba y Nee (2003), estos autores recuperan los aportes del modelo de asimilación lineal de la Escuela de Chicago, al igual que Galindo (2009), y plantean que los cambios culturales no ocurren en un solo sentido, sino que en la interacción entre grupos étnicos (no necesariamente entre minoría y mayoría) ocurren trasformaciones culturales que reducen la importancia de las diferencias étnicas, por tanto, no plantean la desaparición de la etnicidad de los grupos minoritarios, pero sí la gradual reducción de las diferencias culturales por similitud entre personas. La asimilación, de esta forma, es entendida como el proceso en el que los individuos de ambos grupos paulatinamente se ven entre sí como más similares, asumiendo que comparten algunos factores importantes como la clase. De tal manera que la asimilación implica la percepción de los individuos como “similares” de acuerdo con circunstancias específicas y no en términos de categorías étnicas (Alba y Nee, 2003).
En contraste con el modelo de la asimilación lineal que esperaba que los inmigrantes cambiaran para hacerse “americanos”, esta perspectiva no sugiere la abdicación de la cultura de los inmigrantes, sino la adaptación mutua entre grupos: cambios en la cultura de los inmigrantes y cambios en la cultura de los grupos nativos de la sociedad receptora. Lo que se mantiene en los diferentes modelos de la asimilación es la posibilidad de la movilidad (ascendente o descendente) socioeconómica de los inmigrantes y sus descendientes.
Si bien las revisiones al modelo de la asimilación lineal se realizaron después de que algunos grupos de inmigrantes (no europeos), en el largo plazo, mostraron condiciones sostenidas de desventaja socioeconómica en comparación con los nativos, las experiencias de los grupos de inmigrantes en los Estados Unidos, desde inicios del siglo XX, fueron variadas y desiguales. El problema fue que la diversidad de estos grupos no se consideró en el modelo de la asimilación lineal y tomó a la migración europea como el único caso de referencia para la teorización (Omi y Winant, 2015), siendo que, por ejemplo, los inmigrantes mexicanos ya estaban arribando a los Estados Unidos, pero, como afirma Telles (2010), la inmigración mexicana no fue (y a menudo no es) considerada como parte del periodo clásico de la inmigración estadounidense.
A partir de la revisión los enfoques teóricos que explican la relación entre grupos de inmigrantes y sociedad estadounidense mayoritaria, presentada anteriormente, se puede afirmar que: 1) la asimilación es el corpus teórico predominante en la discusión sobre la población inmigrante en los Estados Unidos, con altibajos en diferentes momentos históricos,6 2) los modelos explicativos han avanzado en la discusión de la dimensión cultural, al no considerarla como un prerrequisito de la movilidad social ascendente o integración estructural, y 3) se ha planteado la selectividad de la integración, de manera que la movilidad ascendente y descendente son escenarios posibles que requieren explicación más allá de las diferencias culturales.
Por otro lado, además de las diferencias en los proceso de asimilación de los grupos de inmigrantes, hay diferencias también en las dimensiones que miden dicha asimilación7 en un mismo grupo social, como muestra el estudio de Telles (2010) para los mexicoamericanos y el estudio de Alarcón et al. (2016) para inmigrantes mexicanos. En el caso de la población de origen mexicano nacida en los Estados Unidos, la variación de las diferentes dimensiones de la asimilación a finales del siglo XX, muestran un comportamiento variado, por ejemplo, en la adquisición de lenguaje, los mexicoamericanos tienen una rápida y completa asimilación para la segunda generación; en la religión, en el matrimonio mixto y en los patrones residenciales tienen una baja asimilación, y una incompleta asimilación en la educación y en la economía. Es decir, la brecha en grados escolares y estatus socioeconómico se mantiene en desventaja para los mexicoamericanos cuando se compara con el resto de la población estadounidense (Telles, 2010).
Mientras que en el caso de la población inmigrante mexicana que reside en Los Ángeles, California, Alarcón et al. (2016) encuentran que no hay un simple camino para la integración, sino una multiplicidad de estrategias que producen diferentes resultados. Las diferencias en objetivos y en obstáculos que los diferentes grupos de inmigrantes estudiados enfrentan, repercute en los distintos ámbitos de la integración, por ejemplo, la integración económica es ambigua para la mayoría de los entrevistados, porque la inserción en el mercado laboral no ha conducido a la movilidad ascendente económica. Lo mismo ocurre con la integración política, dado que las leyes a menudo limitan el acceso a la residencia y a la ciudadanía.
Los inmigrantes provenientes de los estados mexicanos de Zacatecas, Oaxaca y Veracruz muestran altas tasas de participación en el mercado laboral, algunos se concentran en nichos laborales de bajos salarios y condiciones de trabajo deplorables. Por tanto, a pesar de los grandes esfuerzos que hacen los inmigrantes para incorporarse, y considerando algunas políticas públicas a favor de este proceso, la mayoría solo logran una limitada integración, especialmente en el caso de los migrantes indocumentados. Además los autores dan cuenta de las implicaciones de la categorización de los migrantes mexicanos como hispanos o latinos, por un lado, es un recurso que puede facilitar el proceso de adaptación, en los primeros años del arribo, por los códigos culturales compartidos. Por el otro lado, es un obstáculo porque canaliza a los inmigrantes hacia espacios previamente definidos por la lógica de la segregación social (Alarcón et al., 2016).
Estudios sobre segregación de migrantes mexicanos y sus descendientes
Los patrones de asentamiento étnico y racial en los Estados Unidos comenzaron a ser parte del debate público a finales del siglo XIX, por las condiciones precarias de los lugares en donde vivían los grupos de inmigrantes y por las diferencias culturales que estos presentaban. La reacción nativista fue de alarma y se realizaron un conjunto de esfuerzos para disolver los enclaves étnicos; esta reacción se traduciría para el año de 1920 en opiniones antiinmigrantes y en leyes restriccionistas (Ellis, Wright y Parks, 2004).
Además, dicho patrón de asentamiento de los grupos de inmigrantes, generó interés académico para explicar la geografía urbana y su efecto en la asimilación de los inmigrantes. Las primeras explicaciones teóricas planteaban el establecimiento temporal en enclaves étnicos que, posteriormente, se disolverían en la medida en que los inmigrantes se hicieran parte de la sociedad mayoritaria, logrando, de esta forma, la integración social y espacial. Por tanto, desde los estudios de la Escuela de Chicago, y la teoría del ciclo de las relaciones raciales de Park, se puso especial énfasis en la geografía de los asentamientos de los inmigrantes. Esta importancia se ve reflejada en los trabajos de investigación sobre los latinos en general y sobre los mexicanos en particular,8 ya que hay un conjunto de estudios orientados a analizar el efecto de vivir en enclaves étnicos producto de la permanencia de patrones de asentamiento segregado (Bogardus, 1930; Crowder, Hall y Tolnay, 2011; Ebert y Ovink, 2014; Ellis et al., 2004; Gamio, 1930; Harner, 2000; Lavine, 2005; Pearson-Merkowitz, 2012).9
En las investigaciones sobre segregación hay mayor énfasis en la dimensión espacial (denominada como segregación residencial), quizá por la fuerte correlación que los estudios muestran, entre lugar de residencia y lugar de trabajo en el caso de los inmigrantes, no solo en los Estados Unidos, sino en otros países con inmigración, o quizá por la permanencia de los patrones residenciales segregados en la sociedad estadounidense, ya que mientras la segregación en el trabajo ha declinado en los últimos cincuenta años, la segregación residencial se mantiene (Ellis et al., 2004).
Algunos de los trabajos sobre inmigrantes mexicanos en la década de los treinta en los Estados Unidos dan cuenta de las condiciones de segregación de esta población (Bogardus, 1930; Gamio, 1930, 1969, 2002). Cabe señalar que la investigación de Gamio (1930, 1969, 2002) no está centrada en la dimensión espacial exclusivamente, sino que abarca un conjunto de temas más amplios, pero muestra algunas experiencias de segregación en lugares públicos como hoteles, restaurantes y escuelas, así como la nula movilidad ascendente de los inmigrantes y sus hijos descendientes.
El estudio de Bogardus (1930), realizado en localidades del sur de California, describe los asentamientos de la población inmigrante mexicana, situados en la periferia de las ciudades, separados de los barrios “blancos”, con infraestructura deficiente y falta de servicios. Además reporta los esfuerzos de la segunda y tercera generación, sobre todo de matrimonios jóvenes, para cambiar de vecindario y mejorar sus condiciones de vivienda, así como las respuestas de las personas “blancas” para impedir el arribo de mexicanos a sus vecindarios.
El autor señala (al igual que Gamio, 1930, 1969, 2002) el problema de la segregación en los espacios escolares, y del rezago educativo, ya que los niños mexicanos estaban, en algunas localidades deliberadamente atendidos en escuelas especiales para evitar que se juntaran con los niños “blancos”, mientras que en las escuelas que permitían la confluencia de estudiantes, independientemente del color de la piel, los niños mexicanos se encontraban en desventaja por el poco o nulo conocimiento del inglés.
Bogardus (1930) explica los bajos porcentajes de ciudadanización de los mexicanos en los Estados Unidos a partir de la segregación (social y espacial), porque los mexicanos que obtenían la ciudadanía seguían siendo llamados despectivamente greasers10 y cuando trataban de mejorar su situación, eran víctimas de amenazas. Mientras que Gamio (1930, 1969, 2002) explica el mismo fenómeno por la nula movilidad ascendente, ya que los inmigrantes mexicanos se mantenían en estratos sociales bajos incluso teniendo la ciudadanía estadunidense, por tanto, la naturalización no era percibida como una ventaja.
Estos estudios son la excepción, ya que la Gran Depresión terminó con el primer éxodo mexicano a los Estados Unidos, por las deportaciones de inmigrantes mexicanos y mexicoamericanos, causando una repentina falta de interés en los estudios de migración por parte de la comunidad académica. El interés en la materia se retomó hasta después de la Segunda Guerra Mundial, pero fue dirigido hacia el Programa Bracero tanto en México como en los Estados Unidos. Un número considerable de estudios entre 1950 y 1960 se escribieron sobre los aspectos organizacionales de los acuerdos internacionales para importar fuerza de trabajo, las causas económicas y el impacto económico del bracerismo. Las monografías sobre las actitudes de los americanos hacia la migración mexicana y el asentamiento de los migrantes mexicanos fueron escasas. Posteriormente, para 1970, el interés fue redirigido hacia los movimientos sociales de los mexicoamericanos, también conocido como movimiento chicano (Corwin, 1973).
Por tanto, los estudios sobre las condiciones de los asentamientos de los inmigrantes mexicanos y la relación con la población de las localidades receptoras no constituyen un tema de interés continuo. Las investigaciones vuelven a abordar el tema después del aumento considerable de inmigrantes en los Estados Unidos, es decir, después de 1990, estos trabajos son pocos y con discontinuidad temporal. Las investigaciones recientes sobre segregación residencial y laboral de inmigrantes mexicanos, mexicoamericanos o latinos, describen los patrones de vivienda y empleo (Ellis et al., 2004; Lavine, 2005), analizan las causas de la segregación residencial (Crowder et al., 2011; Harner, 2000) y los efectos en algunas dimensiones (Ebert y Ovink, 2014; Pearson-Merkowitz, 2012).
Ellis et al. (2004) comparan los patrones de segregación residencial y laboral en Los Ángeles, California, encontrando que los inmigrantes mexicanos, a diferencia de otros grupos de inmigrantes se concentran en el este y sur de Los Ángeles y trabajan en una gran área que incluye el este de Los Ángeles, Santa Ana, San Fernando Valley y Ventura County. De manera que el porcentaje de concentración laboral es de 36%; el porcentaje más bajo de todos los grupos estudiados,11 y de concentración residencial es de 58%. Con estos datos los autores afirman que los inmigrantes mexicanos son los más propensos a mezclarse con otros grupos étnicos o raciales en Los Ángeles, por la ocupación laboral en servicios de baja cualificación.
Por otra parte, Lavine (2005) examina, mediante una encuesta a inmigrantes mexicanos en la zona metropolitana de Los Ángeles, el hacinamiento de la vivienda y la separación de los vecindarios de mexicanos con respecto a la población estadounidense. En cuanto al empleo, la autora encuentra que 78% de los encuestados consiguió su primer trabajo por medio de un pariente o amigo, de tal forma que las redes son un factor que es alimentado por ellos, y a su vez retroalimenta la segregación del mercado laboral estadounidense formando nichos de trabajo. A pesar de estas condiciones, los inmigrantes mexicanos encuestados tienden a comparar su bienestar con respecto a las condiciones de los lugares de origen, por consiguiente, el nuevo entorno les resulta aceptable aun cuando está por debajo de los estándares de los Estados Unidos.
En cuanto a los factores que explican la segregación residencial de inmigrantes mexicanos Harner (2000), en el estudio que realiza en Scottsdale, Arizona, encuentra tres razones que producen los enclaves residenciales y mantienen la distancia social con otros grupos, a pesar del aumento de la población de inmigrantes mexicanos en las últimas décadas, estas son: la falta de transporte público eficiente que obliga a la gente a moverse cerca de su trabajo, la escasez de vivienda accesible y la necesidad de redes sociales de soporte. Además, la ciudad se enfrenta a los conflictos inherentes a una industria que provee a una clientela de élite con fuerza de trabajo de bajos salarios.
Otro factor de la segregación residencial es el rechazo a la cercanía física de personas que pertenecen a grupos sociales diferentes al propio. En este sentido, Crowder et al. (2011) muestran la reacción de los nativos (“blancos” y “negros”) ante la presencia o aumento de inmigrantes latinos y asiáticos en los Estados Unidos desde 1960 y hasta 2005.
Los autores encuentran una relación positiva entre el tamaño de la población inmigrante y la salida del vecindario de los nativos. Esta relación no ha cambiado considerablemente desde la década de los años sesenta; es decir no hay evidencias que muestren una reducción de la segregación residencial a pesar de la heterogeneidad de las ciudades por inmigración.
Los nativos tienden a moverse fuera de los vecindarios cuando aumenta la concentración de población nacida en el extranjero en sus barrios, pero no lo hacen si los vecindarios circundantes también tienen altas concentraciones de extranjeros. El incremento de inmigrantes genera más insatisfacción entre los propietarios “blancos” o quizá, sugieren los autores, los propietarios “negros” tienen menos oportunidades para actuar. La asociación entre movilidad de nativos y proporción de inmigrantes tiene importantes implicaciones en los procesos de cambio de los vecindarios, de manera que la movilidad de los nativos (“blancos” o “negros”) contribuye a mantener la segregación de asiáticos y latinos (Crowder et al., 2011).
En este sentido, los patrones de asentamiento de los grupos no solo se explican por las diferencias culturales y los lazos comunitarios que influyen en las preferencias de los miembros de los grupos, sino por el rechazo de los nativos, la discriminación y la posición desigual en la jerarquía ocupacional que repercute en las oportunidades de vivienda y movilidad socioeconómica (Kandylis, Maloutas y Sayas, 2012).
Otras investigaciones discuten el efecto de vivir en vecindarios separados en la participación cívica y política, tanto para las minorías como para la mayoría estadounidense. Putman (2007) plantea que la homogeneidad de los vecindarios favorece la confianza entre personas y aumenta la participación cívica, por tanto, el aumento de diversidad por inmigración produce el efecto contrario. Pearson-Merkowitz (2012), en debate directo con la postura de Putnam (2007), explora el efecto de la segregación residencial en la participación cívica y política en el caso de los latinos, y encuentra que: “la concentración es una ventaja sólo en áreas que son políticamente competitivas, con líderes y recursos que pueden sostener una estrategia de movilización a largo plazo” (Pearson-Merkowitz, 2012, p. 706).
En caso contrario, la segregación residencial de los latinos tiene un efecto negativo en la participación en actividades comunitarias y en reuniones de tipo político. De manera que, entre más segregado es el ambiente es menos probable que las personas confíen en sus vecinos. Para los latinos que viven en barrios segregados, la participación cívica y política se explica por el acceso limitado a recursos comunitarios y a las instituciones cívicas, y no por la homogeneidad del vecindario (Pearson-Merkowitz, 2012).
Pos su parte, Ebert y Ovink (2014) examinan el tipo de condados12 en las experiencias de discriminación de los mexicoamericanos, encontrando que los individuos que viven en condados con una mayor población co-étnica (alta proporción de mexicoamericanos) reportan menos experiencias de discriminación. La interacción entre proporción de mexicanos y presencia de leyes excluyentes es positiva, de manera que la aprobación de leyes antiinmigrantes entre 2004 y 2006, en los condados de antiguo destino migratorio (gateway counties), tiene un efecto positivo sobre la discriminación, mientras que en condados de reciente arribo de inmigrantes el efecto es negativo, es decir que en estos últimos condados se reportan bajos niveles de discriminación.
Esto sugiere que la fortaleza de los contextos co-étnicos (tamaño de población del mismo origen étnico) provee beneficios en términos de protección contra experiencias de discriminación, pero este efecto es más evidente entre los nacidos en los Estados Unidos, o entre quienes prefieren hablar inglés, que entre los que nacieron fuera del país y prefieren hablar español (Ebert y Ovink, 2014). Por tanto, el efecto de protección se produce sobre todo para la población nacida en los Estados Unidos de origen mexicano, que para los inmigrantes mexicanos.
La relación entre estos dos grupos (inmigrantes mexicanos y mexicoamericanos) es compleja y polémica como muestran los estudios de Gutiérrez (1995), Ochoa (2004) y Jiménez (2008). La interacción cotidiana en lugares con alta proporción de inmigrantes mexicanos y mexicoamericanos produce relaciones que van de la solidaridad al conflicto. Por un lado, algunos mexicoamericanos se identifican con los inmigrantes mexicanos, establecen relaciones de solidaridad en la vida cotidiana y se oponen a las políticas antiinmigrantes en la esfera pública, por otro lado, algunos mexicoamericanos expresan rechazo abierto hacia los inmigrantes y hacia los elementos identitarios compartidos, ya que consideran que el constante arribo de inmigrantes (hablantes de español) reduce sus esfuerzos por asimilarse, por tanto, realizan un conjunto de actividades, tanto en la vida cotidiana como en la pública, para diferenciarse de los inmigrantes mexicanos.
En cuanto a las metodologías utilizadas en estos trabajos, se pudo observar que son principalmente cuantitativas,13 a excepción de los trabajos de Gamio y Bogardus. Los resultados expuestos anteriormente brindan evidencias sobre el efecto negativo de la segregación en las tasas de naturalización de los mexicanos (Bogardus, 1930; Gamio, 1930, 1969, 2002), en la participación política, en la confianza y en el acceso a la infraestructura en el caso de los latinos (Pearson-Merkowitz, 2012). Y, por otro lado, muestran un efecto positivo en la protección contra la discriminación en el caso de los mexicoamericanos (Ebert y Ovink, 2014). En el caso de los inmigrantes mexicanos, las redes sociales establecidas entre personas del mismo grupo, que son producto de los patrones de cercanía residencial y laboral de los mexicanos, por un lado, son un elemento para enfrentar la discriminación y la abierta hostilidad (Harner, 2000) y, por el otro, reproducen la segregación residencial y producen un impacto negativo en los ingresos (Harner, 2000; Lavine, 2005).
Estudios sobre discriminación de migrantes mexicanos
En torno a la discriminación, se encuentran estudios cuantitativos (Ayers, Hofstetter, Schnakenberg y Kolody, 2009; Bittle, Rochkind, Gasbarra y Ott 2009; Calleja, 2005; Raffaelli y Wiley, 2012) y cualitativos (Casanova, 2012; Trueba, 2000). Los primeros miden frecuencia, tipos y lugares en los que ocurre la discriminación, por ejemplo, Calleja (2005) utiliza los resultados de Pew Hispanic Center, 2002, para concluir que 31% de los latinos reportó conocer casos de discriminación en alguna persona cercana, siendo las principales causas el idioma y la apariencia física. Mientras que las formas de la discriminación son el trato irrespetuoso (45%), los servicios de baja calidad (41%) y los insultos y sobrenombres (30%). En este mismo sentido, Raffaelli y Wiley (2012) describen los desafíos y las fortalezas de mujeres inmigrantes latinas en Illinois Central,14 reportando que los desafíos de las familias se relacionan con el lenguaje (57.4%); el estatus legal y la documentación (12%); el empleo y los servicios —como acceso al trasporte público y al cuidado de niños— (10%), y con la discriminación (5.6%).
Una de cada cinco de las mujeres encuestadas experimentó alguna forma de discriminación en lugares públicos, como el trabajo o la calle, sin encontrar diferencias estadísticas, tomando en consideración el tiempo de residencia en los Estados Unidos, es decir, la discriminación fue reportada por mujeres inmigrantes de reciente arribo y por mujeres inmigrantes que llevaban varios años viviendo en Illinois. Si bien la discriminación fue identificada como un desafío, las mujeres de este estudio reportaron bajos niveles en las experiencias personales de discriminación. Hallazgos que coinciden con los de Bittle et al. (2009), quienes encuentran que 75% de los inmigrantes mexicanos perciben discriminación; 18 puntos porcentuales arriba del resto de los inmigrantes, pero solo 24% afirma haber experimentado personalmente discriminación en su contra (Bittle et al., 2009).
En cuanto a los recursos para enfrentar los desafíos que reportan las mujeres inmigrantes, el más recurrente es el pertenecer a redes de soporte, tanto en las comunidades de asentamiento como en los lugares de origen. Las informantes describen estos lazos personales como un elemento importante que les ayuda a hacer frente a los problemas que enfrentan (Raffaelli y Wiley, 2012).
El estudio de Ayers et al. (2009), por su parte, encuentra que los prejuicios raciales de los “anglos” influyen negativamente en el apoyo a políticas migratorias preferentes. De manera que, la aversión a los latinos, está fuertemente relacionada con actidudes restriccionistas a la inmigración legal y este rechazo se hace más fuerte cuando se trata de inmigración mexicana. Por tanto, los autores sostienen que las actidudes en contra de la migración (legal y de mexicanos) están motivadas por el resentimiento racial de los “anglos” y de los latinos.
En cuanto a los estudios cualitativos como el de Trueba (2000) y Casanova (2012) muestran los mecanismos de afrontamiento de la discriminación en el caso de mujeres que viven en California. Trueba (2000) realiza una etnografía enfocada en una familia que vive en California central y da cuenta de los mecanismos de resistencia de una mujer (madre) para sobreponerse a las prácticas discriminatorias por “raza”, etnia y género. A pesar de que el estudio está orientado a analizar los procesos de afrontamiento y superación, tiene información sobre experiencias de discriminación de los padres de la informante, de ella y de sus hijos, pero no son el tema principal del análisis.
Casanova (2012) por su parte, y desde una perspectiva psicológica, estudia el caso de una mujer indígena migrante proveniente de Yucatán, narra las experiencias de discriminación durante la vida escolar de la informante y las formas de superación de las microagresiones. Al ser un estudio psicológico, el énfasis explicativo está en la autoestima y en la capacidad individual de superar la discriminación o resiliencia. Los testimonios de la informante dan cuenta de las dificultades en la escuela por su condición de inmigrante, por no saber inglés y por carecer de personas cercanas (compañeros o profesores) que le explicaran el funcionamiento de la escuela.
En síntesis, los estudios que abordan directamente el tema de la discriminación se pueden agrupar según el método que utilizan, encontrando que los estudios cuantitativos que abordan directamente a la población inmigrante mexicana muestran: altos porcentajes en la importancia que tiene la discriminación para esta población (directa e indirectamente) y bajos porcentajes cuando se pregunta sobre las experiencias personales (Bittle et al., 2009; Raffaelli y Wiley, 2012). Esto no quiere decir que los actos de discriminación no sean relevantes, como sugieren Bittle et al. (2009), puesto que, cuando se cambia de método, los estudios cualitativos documentan múltiples formas de discriminación y hostilidad cotidiana.
Reflexiones finales
En este artículo se mostró el avance de las investigaciones en temas de integración, segregación y discriminación de la población inmigrante mexicana y de origen mexicano que radica en los Estados Unidos. Las investigaciones sobre integración utilizan principalmente el enfoque de la asimilación en sus diferentes modalidades; enfoque que desde principios del siglo XX cobró relevancia en la explicación de los grupos de inmigrantes en la sociedad estadounidense.
Las revisiones del modelo de la asimilación han avanzado en no asumir un proceso homogéneo para todos los grupos de inmigrantes (siguiendo el caso europeo y sin contar el efecto del racismo); en problematizar los procesos de asimilación marginal de ciertos grupos de inmigrantes, así como en plantear la posibilidad de mantener las diferencias culturales de los grupos minoritarios. En este sentido, muestran importantes reflexiones en torno a la dimensión cultural, pero no se discute la dimensión económica y social como un problema de desigualdad. Es decir, no solo es un asunto de conservar o cambiar los elementos de la cultura, sino un problema de acceso desigual a recursos que limitan las posibilidades de movilidad ascendente a ciertos grupos. Algunas propuestas teóricas alternativas han explicado la selectividad de ascenso social y la distribución desigual de recursos entre grupos, como la teoría del conflicto, de las clases sociales o del colonialismo interno; sin embargo, la asimilación continúa siendo el paradigma más importante para explicar las condiciones de vida de los inmigrantes en los Estados Unidos.
El proceso de integración varía de acuerdo con las dimensiones que lo componen, para el caso que nos ocupa, las diferencias con la población mayoritaria estadounidense se encuentran en el trabajo, en el salario, en la educación y en la vivienda. De manera que, para la población inmigrante mexicana y de origen mexicano, la integración es marginal, porque la desigualdad se mantiene a través del tiempo en las dimensiones fundamentales de la vida de las personas.
Esto no puede seguir siendo explicado por la resistencia al cambio cultural o por la lealtad de los mexicanos hacia el lugar de origen, como se plantea en diferentes trabajos desde la década de los treinta y hasta la actualidad, porque, como se ha mostrado, en términos de lenguaje la integración es completa para la segunda generación y la población de origen mexicano continúa viviendo en barrios segregados (incluyendo escuelas), laborando en empleos de baja remuneración y experimentando cotidianamente discriminación.
La segregación se estudia principalmente desde los patrones de asentamiento, cuyo efecto negativo se traduce en la baja ciudadanización de los mexicanos en los Estados Unidos, en la participación cívica y en la participación política en los inmigrantes mexicanos y de sus descendientes; mientras que los mismos patrones de asentamiento generan protección contra la discriminación en el caso de los mexicoamericanos.
Si bien estos estudios plantean una fuerte relación entre vivienda y trabajo, en el caso de los inmigrantes mexicanos que se encuentran en California, esta asociación no es tan fuerte, porque los inmigrantes trabajan en toda el área metropolitana y viven solo en algunos de los barrios. Este hallazgo empírico es interpretado como baja segregación laboral, pero no considera el tipo de trabajo que desempeñan los inmigrantes y el lugar que tienen en la jerarquía ocupacional. En este caso los límites de los resultados provienen del método, ya que los patrones de asentamiento y trabajo se han analizado con técnicas de geografía urbana, específicamente mediante mapas. A pesar de que los porcentajes de concentración laboral son bajos en la población inmigrante mexicana, el lugar de trabajo es uno de los espacios donde se reportan altos porcentajes de discriminación, tema sobre el cual hay pocos estudios, sin embargo las investigaciones cuantitativas aquí revisadas muestran: altos porcentajes de discriminación en contra de los inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos y bajos porcentajes en manifestar vivencias personales. Mientras que los estudios cualitativos documentan constantes actos de discriminación y micro agresiones en la vida cotidiana. De esta manera, los resultados de los estudios cualitativos sugieren que, las investigaciones por encuesta, tienden a subestimar la frecuencia de las experiencias de discriminación cotidiana. Esto representa un reto metodológico, primero, es necesario revisar las preguntas con las que se mide discriminación en los estudios cuantitativos a partir de las investigaciones de campo cualitativas y, segundo, complementar metodologías de investigación a fin de encontrar la expresión cotidiana de la discriminación que captan los estadísticos.
Por otro lado, los límites de los estudios cualitativos radican en el énfasis en los mecanismos de resiliencia, porque le restan importancia a las circunstancias y a los actos discriminatorios, dado que las mujeres estudiadas cuentan con recursos personales para el afrontamiento, el problema de la discriminación pierde relevancia social en la medida en que puede ser resuelto de manera individual y hasta psicológica.
A partir de estos resultados, queda en evidencia que hay un conjunto de temas pendientes en la agenda de investigación sobre migrantes mexicanos en los Estados Unidos que demandan el interés de la comunidad académica mexicana. Se requiere estudiar las múltiples formas de discriminación en contra de la población inmigrante, de ambos sexos y de diferentes edades en las localidades de asentamiento para entender cómo se expresa cotidianamente la segregación y la discriminación en espacios donde convergen diferentes grupos sociales. Además de desarrollar o incorporar enfoques teóricos novedosos, diferentes al modelo de la asimilación, para explicar la desigualdad sostenida de la comunidad mexicana y de origen mexicano en los Estados Unidos.
Agradecimientos
Este documento es parte de una estancia posdoctoral realizada en la Universidad Autónoma de Querétaro y financiada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. La autora agradece los comentarios de Ángeles Guzmán Molina, Enrique Ochoa y Rodrigo Salazar Elena a versiones anteriores de este documento.
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Notas
1 No así en los estudios sobre segregación de la población de origen africano en los Estados Unidos, ya que, desde los estudios pioneros, se relaciona con el racismo, ver Du Bois (1899).
2 Esta población, denominada también “mexicoamericana”, es considerada frecuentemente en los estudios como parte de la población inmigrante, pero no así porque son personas nacidas en los Estados Unidos.
3 Ya que los procesos de integración y segregación se analizan en las siguientes generaciones de población inmigrante.
4 Del total de la población latina o hispana censada en Estados Unidos, 63% es de origen mexicano (United States Census Bureau, 2010).
5 Esta última forma es la que, posteriormente, será estudiada como transnacionalismo, ver Portes (2003); Portes, Guarnizo y Landolt (2003); Levitt, DeWind, y Vertovec (2003), y Ariza y Portes (2007).
6 Para una revisión histórica completa del modelo de la asimilación ver a Omi y Winant (2015).
7 Las dimensiones desglosadas en indicadores para medir el grado de integración de inmigrantes, con algunas variaciones, son: habilidad para el inglés, participación cívica y ciudadanía, logro económico, participación política, matrimonios mixtos (entre personas de diferentes grupos sociales), patrones de residencia e interacción con la comunidad de recepción (exposure).
8 Aunque la mayoría de los estudios sobre segregación y discriminación se concentran en la población africoamericana. Para una revisión en la educación ver a Baker (2005), en la discusión teórica ver a Powers y Ellison (1995), Lincoln (2006), Unnever, Cullen, y Barnes (2016).
9 Los estudios de Bogardus (1930), Gamio (1930, 1969), Harner (2000), Lavine (2005) y Ebert y Ovink (2014) son trabajos sobre inmigrantes mexicanos y sus descendientes (mexicoamericanos); los estudios de Ellis et al. (2004), Crowder et al. (2011) y Pearson-Merkowitz (2012) refieren a la población latina, incluyendo a los latinos de origen mexicano.
10 Término peyorativo utilizado por la población blanca en varios lugares de los Estados Unidos para referiste a las personas no blancas (y no africoamericanas), generalmente ocupadas en trabajos poco cualificados. En California específicamente el término refiere a la población de origen mexicano como muestra la Ley contra la vagancia, promulgada en 1855, y conocida como Greaser Act que, entre otras cosas, prohibía un conjunto de actividades culturales de los mexicanos (Menchaca, 1995).
11 Estos son mexicanos, salvadoreños, filipinos, guatemaltecos, coreanos, chinos, vietnamitas e iraníes. Además analizan a cuatro grupos de población clasificada por etnia, pero nacida en los Estados Unidos: latinos, blancos, africoamericanos y asiáticos.
12 Tipología construida a partir del número de personas del mismo grupo étnico y los decretos antiinmigrantes.
13 Con un conjunto de técnicas correspondientes al método cuantitativo como lo son: correlaciones, regresiones logísticas y lineales; así como el uso de mapas que, utilizando datos censales, muestran la distribución de la vivienda y el empleo.
14 Los datos corresponden a 112 madres inmigrantes latinas en total, de las cuales 93% son mexicanas.
Judith Pérez-Soria
Mexicana. Doctora en Ciencias Sociales, con mención en Sociología, por la Universidad de Guadalajara y Maestra en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-México). Actualmente es profesora investigadora de El Colegio Mexiquense, A.C. Sus líneas de investigación son: migración internacional, participación cívica y desarrollo. Una de sus publicaciones más recientes es: “Organización interna de los clubes de oriundos: un análisis desde el lugar de destino”.
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